Wir brauchen Ihre Unterstützung — Jetzt Mitglied werden! Weitere Infos

«No quiero salvar el mundo – quiero salvar a mi familia»

Federico Sturzenegger, ministro de Desregulación y Reforma del Estado en Argentina, es el principal artífice de la agenda de reformas de Javier Milei. En esta entrevista explica qué hace falta para derogar leyes absurdas y por qué Guy Parmelin lleva un pin con una motosierra.

«No quiero salvar el mundo – quiero salvar a mi familia»
Federico Sturzenegger, fotografiert von Fabian Gull

Lesen Sie die deutsche Version hier.

Read the English version here.

Los aires ministeriales le son ajenos a Federico Sturzenegger. Tras la conversación, un empleado del hotel le pregunta si desea que la policía lo acompañe al día siguiente en el aeropuerto para evitar los controles de seguridad. Sturzenegger rechaza el ofrecimiento con cortesía y firmeza: «Prefiero viajar como un ciudadano normal». Invitado por el Instituto Suizo de Política Económica (IWP), se aloja en el Baur au Lac de Zúrich, donde tiene lugar la entrevista. Menciona al pasar que tiene unos 300 proyectos en preparación y se define como un «catalizador»: «Los ministros suelen estar tan absorbidos por la gestión cotidiana que no encuentran tiempo para emprender las reformas necesarias. Ahí es donde entro yo».

Señor Sturzenegger, Argentina se prepara para las elecciones legislativas del 26 de octubre. El presidente Javier Milei y su partido La Libertad Avanza perdieron en septiembre los comicios locales en Buenos Aires. ¿Está nervioso?
Federico Sturzenegger:
Mire, hubo varias elecciones distritales recientemente y perdimos una, la de Buenos Aires. Fue una llamada de atención, no esperábamos esa derrota.

¿Hicieron algo mal?
En tiempo récord situamos a 12 millones de personas por encima de la línea de pobreza. Eso ha hecho callar a muchos críticos, pero la gente sigue siendo pobre, aunque ahora esté por encima de una línea estadística. Es posible que nos hayamos vuelto algo autocomplacientes. También conviene recordar que la oposición obtuvo menos votos que hace dos años, la participación fue baja. Eso no se repetirá en octubre.

Para su gobierno, las elecciones son decisivas.
Se renovará la mitad de la Cámara de Diputados, los escaños elegidos hace cuatro años. ¿Sabe cuántos habíamos conseguido entonces? Dos de 257. Así que no tenemos casi nada que perder. Al contrario, esperamos un fuerte aumento, hasta alrededor de un tercio de los escaños, lo que nos permitiría mantener el veto presidencial. Si la oposición quisiera bloquear nuestros programas, necesitaría una mayoría de dos tercios en ambas cámaras. Si no la logra, Javier podrá avanzar con mayor seguridad en sus reformas.

¿Qué está en juego para usted como ministro de Desregulación y Reforma del Estado?
Mis iniciativas de desregulación no dependen del Parlamento, se implementan mediante decretos y reglamentaciones. Cuanto más nos acerquemos a una mayoría legislativa, más fácil será emprender también reformas estructurales, como la tan necesaria reforma laboral.

Pero las elecciones tienen también un valor simbólico.
Creo que nos irá bien, nuestros resultados hablan por sí solos. La derrota en Buenos Aires provocó fuertes turbulencias en los mercados y mostró cuál es la alternativa a nuestro programa, un país sin crecimiento, sin inversión y sin confianza. Los argentinos conocen bien ese escenario.

En la reunión de primavera del FMI usted le regaló a su directora, Kristalina Georgieva, un pin con una motosierra. ¿Lo lleva puesto?
Lo que sí sé es que está muy satisfecha con el ajuste fiscal y el superávit resultante. Además, considera que la desregulación debe ser parte central de los futuros programas del FMI. Ha creado una comisión sobre el tema, de la que formo parte. Por cierto, en nuestro último encuentro, el consejero federal Guy Parmelin me recibió con el pin de motosierra que le había regalado antes. Lo tomé como una muestra de respeto y de verdadero interés por los detalles.

¿Cuáles son sus principales logros hasta ahora?
Eliminar el déficit fiscal en tiempo récord. Ese era el problema estructural de la Argentina. Heredamos un déficit del 5 porciento del PIB. El programa con el FMI preveía reducirlo un punto por año. Javier dijo que no quería pasar de déficit a superávit en cinco años, quería hacerlo en un mes. Logramos el primer presupuesto equilibrado en 123 años. Eso fortaleció nuestra credibilidad ante el Fondo. Cuando flexibilizamos el régimen cambiario, acercándonos gradualmente a un esquema de flotación, el FMI nos ofreció apoyo adicional.

¿Qué más han conseguido?
Gracias a la estabilidad fiscal dejamos de emitir dinero. Eso bajó la inflación. Recibimos del gobierno anterior una inflación del 25 porciento mensual, en los picos llegó al 1,5 porciento diario. Hoy ronda entre el 1,5 porciento y el 2 porciento mensual.

¿Qué apoyo internacional tiene la agenda de Milei?
Mucho. Javier es un apasionado defensor de la libertad y tiene convicciones firmes. Su claridad despierta respeto, incluso en círculos críticos, estatistas o intervencionistas.

Los países del Mercosur, entre ellos Argentina, firmaron este otoño un tratado de libre comercio con la AELC.
Así es. Y el Mercosur está muy cerca de firmar otro con la Unión Europea, que se discute desde hace 25 años. Sería un paso importante.

Donald Trump ha prometido ayudar a Argentina con 20 000 millones de dólares. Como defensor del libre mercado, ¿cómo evalúa esa intervención?
Nuestra situación actual es estable, pero arrastramos una larga historia de crisis financieras. Junto con Grecia, somos el país con mayor número de defaults soberanos en la historia reciente. Estamos en plena campaña. Los peronistas siembran dudas y miedo. El Congreso acaba de aprobar gastos sin financiamiento. En ese contexto aparece Donald Trump, quien respalda nuestra agenda reformista y garantiza que Estados Unidos nos apoyará si perdiéramos acceso a los mercados. Es una especie de seguro.

¿Cuál es el nivel de deuda del país?
La deuda total ronda el 45 porciento del PIB. Es baja porque nadie quiere prestarnos dinero. Somos malos pagadores históricos (ríe).

En Estados Unidos, Elon Musk impulsó reformas inspiradas en usted y Milei, pero no tuvo éxito. ¿Por qué?
Musk comprendió la necesidad de la desregulación, pero nunca vio al Estado como vehículo para llevarla a cabo. Javier apostó por ambas cosas, desregular y reformar el Estado. Musk se centró solo en lo segundo. Y hay otra diferencia.

¿Cuál?
Yo elaboré mi programa de desregulación dos años antes de que Javier asumiera. Con un equipo de unas 100 personas revisamos las 4200 leyes y 2000 tratados internacionales vigentes. Tras un año teníamos dos montones de papeles, uno con las leyes a derogar y otro con las que podían mejorarse. A diferencia de Musk, hicimos el trabajo antes de llegar al poder.

¿Cuántas de esas leyes lograron eliminar?
Un cuarto. Para un gobierno sin mayoría parlamentaria, es sencillamente extraordinario.

Milei ha recortado el gasto público en un 30 porciento. El gobierno suizo tiene problemas incluso para frenar su crecimiento. ¿Qué podría aprender Suiza de Argentina?
Absolutamente nada. Argentina es el peor alumno de la clase, llevamos veinte años sin hacer los deberes. No estamos en posición de dar consejos.

Entonces al revés, ¿qué puede aprender Argentina de Suiza?
Todo. (Suspira) En Argentina es tradición usar el Estado para financiar a amigos políticos o ministerios ficticios. Se contrataba a gente que cobraba sin trabajar. La ineficiencia estatal no tiene comparación con Suiza. Los peronistas convirtieron al Estado en una máquina de corrupción. Javier quiere hacerlo volar por los aires.

¿Cuál es el mayor malentendido sobre Argentina?
Se da por hecho que los programas de ajuste dañan la economía. Falso. Cuando recortamos el gasto público un 30 porciento, decían que provocaríamos una recesión. Ocurrió lo contrario. Un Estado que gasta mucho necesita recaudar mucho. Si gasta menos, la gente paga menos impuestos y libera recursos. Para quienes creen en la libertad, esto no es novedad. Tal vez los suizos, con su disciplina fiscal, lo entienden mejor que nadie. En política se decía que Javier no sobreviviría a semejante poda. Pero la gente está feliz de no tener que pagar por tanta basura. A veces Javier me dice que le gustaría nombrarme «ministro de la Felicidad», si ese título no estuviera ya manchado por el ministerio homónimo de Nicolás Maduro. La verdad es que la gente siente alegría cuando se la libera de regulaciones, obligaciones y burocracia.

¿De qué medidas se siente más orgulloso?
De haber eliminado todas las restricciones del mercado de alquileres, como el control de precios. Optamos por la libertad total y el efecto fue sorprendente, la oferta de viviendas se disparó un 300 porciento y los precios se desplomaron. Un éxito rotundo.

¿Otros ejemplos?
Cuando Javier asumió, el internet por satélite estaba prohibido. ¿Por qué debería estarlo, sobre todo en un país tan extenso? Porque uno de los mayores conglomerados mediáticos era también el principal proveedor de internet y convenció al gobierno de prohibirlo para evitar competencia. Al mismo tiempo, la administración anterior había creado una empresa estatal para desplegar fibra óptica en todo el país. Javier derogó esa norma y, al día siguiente, Starlink presentó su oferta. Desde entonces, cientos de miles de familias, incluso en zonas remotas, tienen acceso a internet. ¿Y cuánto le costó al Estado? Nada. Dejemos trabajar al mercado. Podría enumerarle cientos de absurdos similares. Desregular es como pelar una cebolla, se quita capa tras capa y al final uno no puede sino llorar. El mayor peligro para la competencia es que el gobierno se convierta en botín de intereses particulares.

«La verdad es que la gente siente alegría cuando se la libera de regulaciones, obligaciones y burocracia.»

¿Qué reformas abordará a continuación?
La reforma laboral. Su núcleo es dar prioridad a los acuerdos a nivel de empresa por encima de los convenios nacionales, para que las firmas puedan actuar con mayor flexibilidad. Eso dinamizará el empleo.

Muchas medidas se implementaron por decretos o disposiciones de urgencia. ¿Por qué no seguir el camino parlamentario?
Todo lo que hacemos se ajusta al marco constitucional. Javier heredó una situación terriblemente inestable. Era necesario enviar una señal fuerte de cambio. Cuando uno se enfrenta al amiguismo y al statu quo, necesita también un factor sorpresa. Los decretos nos permitieron desregular rápidamente grandes sectores. Luego presentamos un amplio paquete legislativo, debatido durante siete meses. Hemos utilizado distintos instrumentos.

«Desregular es como pelar una cebolla, se quita capa tras capa y al final uno no puede sino llorar.»

¿Por qué se somete usted a todo esto?
Javier es un luchador por la libertad. Quiere demostrar que las ideas de la libertad pueden imponerse. Y yo coincido plenamente. Pero tengo una motivación aún más profunda. En los diez años previos a Milei, dos millones de los 47 millones de argentinos emigraron porque no veían futuro. Hijos de pobres, de clase media y de ricos, todos se fueron.

¿También en su familia?
Sí. Todos tenemos familiares y amigos en el exterior. Mis hijos tienen 15, 19 y 20 años. ¿Sabe por qué hago todo esto? No porque quiera salvar el mundo ni las ideas liberales. Quiero salvar a mi familia. Si el país no cambia radicalmente, veremos a nuestros hijos y nietos solo por videollamada.

»
Abonnieren Sie unsere
kostenlosen Newsletter!